martes, 30 de octubre de 2012

APOCALIPSIS CON PLUMAS [EN VIGO]

TAMBIÉN PUBLICADO EN ACOPO [Asociación Coordinadora Protectoras Pontevedra] www.acopo.es
   
1.  ESPECTACULOS NATURALES PERCIBIDOS COMO BASURA
En una conferencia sobre paisajismo una colega arquitecto expresaba su desdén porque aquí a las hojas caídas de los árboles se las considerase  y tratase como a basura, En otras latitudes más civilizadas, explicaba la conferenciante, sus calles, parques y jardines aparecen en otoño alfombrados por mantos de hojas secas, sobre los cuales la gente camina con garbo.

Las hojas se dejan donde caen porque estas con sus tonos ocres refuerzan el especial encanto de la atmósfera otoñal. Lo hemos visto infinidad de veces en todo tipo de películas y anuncios. En cambio en Vigo, para evitar esa supuesta plaga, se plantan árboles de hoja perenne que encima impiden el paso del sol en invierno.

VIGO, JARDINES DE MONTERO RÍOS, EN OTOÑO

Sin embargo, incluso aquí, las tiendas de moda, al emplear la expresión norteamericana “Fall” [Caída] -de “Fall Foliage” [Otoñada]-, en vez de la tradicional “Autumm”, denominan “Fall Collection”, aludiendo a la caída de la hoja, a la ropa de la temporada de otoño. Y es que una función capital de parques y jardines es la de actuar como calendarios vivientes remarcando, con su aspecto cambiante, el paso de las distintas estaciones.

Ciertamente a este cometido también se suman las aves, las cuales, particularmente al llegar la primavera, contribuyen con sus cortejos de apareamiento, sus graznidos característicos y el festivo nacimiento de sus polluelos, a la celebración del triunfo de la vida que supone la llegada del buen tiempo.

Tratándose de Vigo, un orgulloso puerto atlántico, hablar de aves es en primer lugar hablar de gaviotas, éstas, jugando con el viento, nos sobrevuelan continuamente, deleitando con sus evoluciones acrobáticas a cualquiera con un mínimo de sensibilidad, o bien se pasean, caminando con soltura entre nosotros, dando con su presencia una imprescindible nota de color marino al ambiente urbano local. Llevan haciéndolo así toda la vida, y tienen tanto derecho como nosotros a estar aquí.


2.  SOBRE BÍPEDOS ALADOS Y OTROS ANIMALES DE DOS PATAS
Decía Charles Lindbergh que prefería un ave a cualquier avión. Si bien no cabe lamentablemente descartar que al decir esto el mítico piloto del Spirit of St.Louis se estuviese refiriendo a la otra acepción anglosajona del término “Bird” –que engloba al sustantivo pájaro, referido a aves pequeñas-, y que también significa tía buena o chica guapa, señalar que en todo caso en materia de destreza aeronáutica las gaviotas, con su elegante librea blanca y gris de superioridad aérea, se llevan la palma.

Otro intrépido aviador, Robert Scott, tras lograr la hazaña de sobrevolar el Everest con su P43, publicó un libro titulado “Dios es mi copiloto”. A todos ellos cualquiera de estos bípedos con plumas podría darles lecciones de pilotaje. Ciertamente una ciudad que posee un festival aéreo anual debería valorarlos más.

Estas aves marinas poseen un diseño tan elegante como eficiente que no solo les posibilita un vuelo potente, sino que también las capacita para andar y nadar con soltura, y al cual el diseño aeronáutico le debe mucho.

Cabría mencionar en este sentido las “alas en gaviota invertida” de aviones míticos de la II Guerra Mundial como el famoso avión de asalto alemán Junkers Ju87 “Stuka”, o el sobresaliente caza naval americano de la Batalla del Pacifico, el Vought F4U “Corsair”. En cuanto al diseño automovilístico se tienen las sofisticadas “puertas en ala de gaviota”, que vuelven a estar muy de actualidad.


SCRAMBLE UNA AMIGA DEL AUTOR DEL TRABAJO

Resulta que las gaviotas son aves pacíficas que permiten la aproximación del ser humano, lo que no incluye permitir que les destruyan sus nidos. Presentan unas dimensiones básicas de 68 cm de largo por 155 de envergadura alar y su peso oscila entre 800 y 1.450 gramos. Debido a su metabolismo alto, como suele ocurrir con las aves, requieren de importantes aportes energéticos.

Esto lo resuelven muy bien las gaviotas, que son omnívoras, zampándose cualquier cosa mínimamente comestible. Predadoras como son de peces y otras aves [con las que volando por parejas pueden llegar a sostener verdaderos combates aéreos], así como insectívoras, también son carroñeras y detritivoras. Estas dos últimas prestaciones seguramente les vendrán muy bien ahora que casi les hemos esquilmado la pesca.

En cuanto a la necesaria ingesta de líquidos las gaviotas son autenticas desaladoras con patas, lo que les permite hidratarse bebiendo agua de mar. Eliminan la sal excedentaria mediante un mecanismo basado en el transporte activo de sales, a través de dos glándulas de sal, o glándulas nasales, que poseen todas las aves marinas.

Sus pollos tardan unos tres años en madurar, y si bien la vida media de un lárido se calcula en unos trece años, se han reportado ejemplares anillados de más de veinte. Hay incluso estudios que fijan la longevidad máxima de los citados bípedos en torno a los treinta años; otros trabajos la elevan hasta los cuarenta y uno.

Sin entrar en profundidades marinas sobre el significado, la sociología y la filosofía del color blanco, predominante en las gaviotas, en otros tiempos la sola idea de matarlas hubiera sido algo inconcebible porque se consideraban animales sagrados, los cuales con su presencia anunciaban a los marinos en peligro la cercanía de tierra firme. También se pensaba que con sus cánticos predecían los naufragios. Matarlas traía mala suerte.

Sin embargo hoy en día cada vez hay más gente en Vigo que las detesta, lo que no deja de ser curioso, considerando que no se conoce a nadie al que una gaviota le haya robado la novia o matado a su abuela.

En relación con las molestias generadas por las gaviotas podría señalarse que en el Hospital Nicolás Peña las protestas por la presencia de gaviotas en sus espacios exteriores han motivado que su dirección tomase medidas de [Sglups!] “Control de Aves”.

La pregunta que se plantea es que diantres hace un grupo de gaviotas a la puerta de un hospital público, donde se supone que no hay comida. La respuesta obvia es que resulta que sí que la hay. Se la llevan los pacientes internados cuando salen a pasear. Les hace ilusión y les entretiene que los plumíferos les visiten ¿Alguien se ha parado a valorar antes de liquidarlas el valor terapéutico que para estos pacientes tiene la presencia de gaviotas?

Por otra parte para dar una idea de su supuesta peligrosidad cabría mencionar lo más grave que en este sentido se ha publicado éste verano en Vigo, con gran escándalo periodístico, y que tuvo como protagonista a una niña que resultó levemente lesionada en un dedito tras ofrecerle una patatilla a una gaviota, la cual el volátil se zampó de un golpe de pico.

Que existen otros animales de dos patas mucho más belicosos lo demuestra el hecho de que, en contraposición a lo anterior, y además por iniciativa municipal, en Vigo a miles de gaviotas se les han destruido sistemáticamente sus nidos –los cuales constituyen todo un meticuloso trabajo de pico y pata para cualquier ave-, junto con los huevos que albergaban y, lo que es aún peor, masacrado por centenares a sus indefensos polluelos.

Todo un Holocausto con Plumas, el cual se justifica en base a las molestias y costes que supuestamente origina su presencia. Veamos algún ejemplo.


3. CADENA DE DESMONTAJE PARA POLLUELOS EN CITROËN
Recientemente en Faro de Vigo un portavoz oficial de la planta de PSA PEUGEOT-CITROËN en Vigo expresaba su impotencia ante la presencia estacional de nidos de gaviota sobre sus cubiertas en diente de sierra, lo que le generaba a la concesionaria un desembolso anual de entre diez mil y veinte mil euros en concepto de mantenimiento de las mismas.

Dejando de lado lo impreciso del antedicho coste, que va de la mitad al doble, lo que cuestionaría su seriedad, el hecho es que la superficie abarcada por dichas cubiertas fabriles, como se sigue explicando en el citado artículo, publicado el pasado 25 de junio, alcanza la respetable, y mucho más precisa, cifra de 420.000 m2, nada menos que 42 hectáreas.

Dividiendo el anterior coste entre los metros cuadrados de superficie de cubierta existentes se tendría un gasto anual, por otra parte muy contenido, en concepto de mantenimiento de los sheds de su planta de automoción, en una horquilla que va de 2,4 céntimos de euro a 4,8, por metro cuadrado de cubierta.


VISTA AÉREA DE LAS CUBIERTAS FABRILES EN LA FACTORÍA CITROËN

Considerando que, como debería saber cualquier presidente de comunidad que se precie, resultará siempre muy recomendable al final del verano darle un repaso a las cubiertas de las edificaciones, al objeto de desatascar canalones y sumideros, fijando de paso los elementos que hayan podido descolocarse, cosa que habría que hacer de todos modos aunque no hubiera gaviotas. Considerando asimismo que el precio antes citado resulta sorprendentemente contenido, simplemente ni tan siquiera se entiende que exista un problema real.

En el explicado artículo la cosa se describe en los términos más alarmantes: “las gaviotas toman la cubierta de Citroën. Los tejados de la factoría se han convertido en un gran nido”. De nuevo la desmesura. Hasta junio se retiraron 204 nidos, que es de suponer serían todos los que había.

Dividiendo nuevamente la superficie de las cubiertas de la planta de automoción por el número de nidos retirados, se obtiene una liviana densidad de ocupación de tan solo un nido -que ocupa una superficie ínfima- por cada 2.058 m2 de cubierta, equivalente a distribuir 3,47 nidos de gaviota por toda la superficie de un campo de futbol de dimensiones mundialistas.

Como nunca hay que permitir que la realidad estropee una gran noticia, todo ello no le impide a la concesionaria facturar en el periódico a sus gaviotas el antedicho y limitadísimo coste de mantenimiento anual de los techos de sus naves. Un coste a todos los efectos irrelevante para una factoría del tamaño de Citroën.

Una bagatela en suma, que sin embargo podría transmutarse en cuantiosa si el explicado exterminio de aves acabase en lo que los economistas denominan “efecto no buscado”, cual podría ser el surgimiento de una campaña animalista del tipo “CITROËN MASACRA POLLUELOS EN CADENA”. Eso si que podría dañar seriamente su cuenta de resultados. La consiguiente caída de ventas podría significar millones en pérdidas.

Citroën simplemente podría haber optado por dejarlas en paz, aprovechando en su beneficio la conformación sobrevenida de una colonia reproductora de gaviotas patiamarillas en sus cubiertas, integrándolas en su marketing de publicidad empresarial como una manera muy ecológica de promocionar la imagen de su factoría en Vigo.

Dado que en el mismo artículo de prensa los técnicos municipales daban, muy ufanos ellos, como causa del aumento registrado el reciente hostigamiento generalizado a las aves en comunidades de propietarios, lo que llevaría a muchas parejas a anidar en Citroën, consiguientemente la colonia se convertiría en un auténtico refugio estacional para gaviotas.

En vez de esto la concesionaria ha tomado la dura decisión de eliminar a los plumíferos -o “rescindirles el contrato”, que diría un mafioso-; una decisión de política empresarial que sin embargo se factura a las arcas públicas. Naturalmente después no habrá dinero para otras cosas.

Hubiera bastado con encauzar, a un coste módico, el proceso en vez de obstaculizarlo. Disponiendo, por ejemplo, elementos sobre los cuales las aves pudiesen ubicar tranquilamente sus nidos sin obstruir en el proceso canalones o sumideros.

Incluso se podrían instalar pasarelas que permitiesen la realización de visitas guiadas. “Y ahora niños y niñas -les dirían a los escolares tras visitar la cadena de montaje- os vamos a mostrar la fascinante colonia reproductora de gaviotas patiamarillas que tenemos en nuestras cubiertas”; y ellos estarían encantados.

La cosa hubiera posibilitado, colocando cámaras en sitios estratégicos, que monitorizasen el proceso durante los periodos de cría, la realización de interesantes estudios ornitológicos sobre la colonia, a cargo de especialistas independientes, o bien contratados por la propia fábrica. Cualquier cosa hubiera sido mejor que matarlas ¡Que falta de imaginación! [¡Manca finezza! que diría un italiano].

Finalmente señalar que aprovechar hectáreas desperdiciadas sobre instalaciones fabriles para un uso ecológico, más allá de su mera función de cubierta, ya sea instalando paneles solares, o bien creando zonas ajardinadas visitables sobre sus plantas, es cosa común en otras firmas, entre otras cosas porque así mejoran su imagen corporativa, haciéndose más simpáticas de cara al gran público, lo que tiende a mejorar sus cifras de ventas.


4.  DOBLEPENSANDO EL MEDIO AMBIENTE
Que tenga que ser precisamente la Concejalía de Medio Ambiente la que capitanee en Vigo esta absurda cruzada local contra las gaviotas [otrora un signo distintivo de la villa], laminando con ello la pieza más importante de la avifauna salvaje local, constituye un autentico sarcasmo neoliberal. El perfecto ejemplo del negro-blanco orwelliano.

De pequeño pensaba que lo de “Medio Ambiente” significaba que ya nos habíamos cargado a la primera mitad. A lo que se ve ahora estamos decididos a laminar al otro medio que aún aletea.

La citada concejalía basa su actuación en un Informe de Impacto Ambiental, realizado por unos biólogos en 2008, en el que estos lamentaban, como si fuera algo realmente horrible, que Vigo fuese la ciudad con la mayor densidad de éstas aves en la península ibérica [¡seguro que ahora ya no!].

NOTA: ¿Por qué será que los resultados de este tipo de informes biológicos tienden siempre a coincidir con los deseos del encargante del trabajo?

En contraposición a lo anterior en el mirador de aves de las Cíes aparece un rótulo blasonando de que en las islas se tiene la mayor colonia reproductora de “gavota patiamarela” [Larus michaellis] del mundo [¡seguro que ahora ya tampoco!]. Por cierto que en dicho mirador el Domingo 2 de Septiembre ya no había sospechosamente ningún lárido a la vista [¡Que bien Yuppie!], lo que lógicamente extrañaba a los visitantes.

Al atardecer de ese mismo día, a medio camino a Vigo, una gaviota se cruzó con el barco por estribor durante un breve instante. Volaba rapidísimo, a unos diez metros sobre el agua, con su cola y secciones exteriores alares replegadas, haciendo la misma ruta de la embarcación pero en sentido inverso. Iba como un misil directa a Cíes. Enseguida se perdió de vista.

Consecuentemente intentar diferenciar entre especímenes de la colonia de Cíes y los de Vigo resultará harto artificioso. Para las citadas bípedas, acostumbradas a volar largas distancias marinas, con la posibilidad adicional de posarse en el agua a discreción, hacer la ruta entre Vigo y Cíes será una pura trivialidad. No les llevará ni diez minutos de vuelo sostenido.

En definitiva parece que las gaviotas ya no se llevan esta temporada. En otro tiempo, cuando lo del Prestige, se las rescataba, manchadas de petróleo, para llevarlas a centros de recuperación de aves, los cuales estaban subvencionados con dinero publico. Ese mismo dinero, que antes las salvaba, ahora se usa para masacrarlas. Mala suerte para ellas. Será que han cambiado las preferencias de nuestros políticos. Ya se sabe que La donna è mobile qual piuma al vento”.


5.  PANORAMA PARA MATAR GAVIOTAS
La implacable campaña municipal de desplume corre a cargo de una concesionaria, AGRONERGA, la cual se encarga del trabajo sucio [consistente fundamentalmente en matar gaviotas], habiendo “retirado” en Vigo, como dicen ellos mismos eufemísticamente -y como se indica en el cuadro adjunto-, hasta junio de 2012, y desde el comienzo de la campaña en 2008, 1.074 nidos, 1.518 huevos, 439 gaviotas y 709 polluelos, todo ello en un horroroso y sangriento crescendo.



LA SANGRIENTA CAMPAÑA EN CIFRAS [DE ABRIL A JULIO 2012 Y ACUMULADO] SEGUN CUADRO EXPLICATIVO PUBLICADO EN EL PERIÓDICO FARO DE VIGO


¿Qué quiere decir, por ejemplo, que se han retirado 709 indefensos polluelos? ¿Les habrán aplicado -ya que se trata de una campaña- las disposiciones de la IV Convención de Ginebra para Tiempos de Guerra, cuyo Artículo 33 por cierto prohíbe los castigos colectivos a las poblaciones, o simplemente los habrán matado de la peor y más barata forma posible?

¿Cómo hay que entender lo de “retirada” de gaviotas? ¿Acaso no saben irse volando ellas solitas? La única explicación racional -asumiendo que el término “retirada” tristemente indicará que las mataron-, y dado que una vez en el aire éstas son virtualmente indestructibles, a no ser claro está que se les dispare con armas de fuego [lo que, ya metidos en gastos, tampoco sería descartable], es que muchos de los citados detritívoros optaran por sucumbir heroicamente, batiéndose pata a tierra hasta el final junto a sus polluelos, en un postrer y desesperado intento por proteger los nidos.

Queda claro en resumen que en Vigo a las autoridades municipales les importa un huevo la vida de sus gaviotas, y resulta que los huevos son muy importantes para las gaviotas.

  
6.  AGRONEGRURAS VARIAS
La propia terminología esquiva empleada por AGRONERGA indica un afán de ocultación del autentico objeto de su negocio [que naturalmente no es otro que la muerte violenta de las aves], y que en consecuencia sus propios muñidores saben que lo que están haciendo en el fondo no está nada bien, por no decir que es asqueroso, y por eso lo ocultan.

En todo caso a los que no les gana nadie en cuanto a eufemismos es a los empleados de la concesionaria de automoción. Uno de sus técnicos afirmaba alegremente en el citado artículo del Faro: “es muy probable que se acaben marchando de aquí si cada año las ‘molestamos’ de esta forma”.

Si al elemento en cuestión, análogamente al caso de las gaviotas, le hubieran destruido su casa, matado a sus hijos y, ya de paso, también a su mujer, es más que seguro que no enfocaría el evento como una mera molestia, o sea como un incomodo trastorno sin importancia.


7.  DÁNDOLES EN TODA LA CRESTA
A mayores en muchos edificios de Vigo sus comunidades de propietarios, alentadas por el Concello, han sembrado sus tejados y azoteas con toda clase de maléficos artilugios. Tales trampas lesionan cruelmente a las pobres gaviotas cuando estas intentan aterrizar en ellos.

Por otra parte a las acciones de AGRONERGA, la concesionaria municipal, habrá que sumar el resultado indeterminado de acciones individuales llevadas a cabo por particulares, los cuales, azuzados por la Administración Municipal, actúan por su cuenta, en ocasiones contratando a  otras empresas privadas, las cuales también están en el negocio de lo que asépticamente denominan “CONTROL DE AVES”. Ellos sabrán que entienden por tal concepto, pero, por dar una pista, “MATAMOS POR ENCARGO” es el lema de una de las que operan en Vigo.

Asimismo en el Puerto no dejan de tocarles la moral a las sufridas patiamarillas supervivientes, tratando de ahuyentarlas con aeromodelos que simulan halcones. No vaya a ser que les de por hundir a algún gran crucero mediante un masivo ataque aéreo.

¿Qué pensaría el añorado Félix Rodríguez de la Fuente, el amigo de los animales, y también de los niños, de semejante matanza? Tiempos maléficos estos en los que se jalean los sangrientos resultados de tamaña felonía. Podría decirse que la concejala CHUS LAGO, montañera de profesión, en lo que a abyección se refiere, ha logrado culminar la escalada más alta de toda su carrera.

El método para acometer este tipo de actividades abyectoides es siempre el mismo. Se empieza seleccionando a un colectivo de bípedos bien delimitado -da igual que sean los inmigrantes, los arquitectos, los pensionistas, los médicos del Sistema Nacional de Salud o las gaviotas-, y a continuación se les demoniza, culpándoles de todos los males. El resto lo hace la masa, un animal miedoso e idiota, y muy peligroso además, una vez puesto en marcha.


8.  BIOCIDIOS Y GENOCIDIOS
Por otra parte que AGRONERGA no quiera explicitar abiertamente, y sin ambages, a que dedica realmente sus afanes -los cuales englobaran las lucrativas actividades conexas de transporte y posterior incineración de los cadáveres de las aves masacradas- tiene su lógica desde un punto de vista jurídico, considerando que la DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS DE LOS ANIMALES establece en su Art. 11 que todo acto que implique la muerte de un animal sin necesidad constituye BIOCIDIO, es decir un crimen contra la vida.

Asimismo en el Art.12 de la misma Declaración Universal se establece que todo acto que implique la muerte de un gran número de animales salvajes constituye GENOCIDIO, o sea un crimen contra la especie. Esta Declaración fue firmada en Londres el 23 de Septiembre de 1.977 aprobada por la UNESCO y posteriormente por la ONU.

Abundando en el tema, en Galicia existe también una pomposa ley autonómica de protección animal, la Ley 1/1993 de 13 de Abril, la cual en su Preámbulo proclama solemnemente el amparo y salvaguarda de los principios generales de respeto, protección y defensa de los seres vivos que conviven a nuestro alrededor, adoptando una postura activa ante conductas que comporten abusos de los animales. Dicha ley también recoge e incentiva la difusión de un espíritu que contribuya el fomento del respeto a los animales.


9.  INTOLERANCIA INFINITA
Lo que pudo empezar como un bienintencionado, aunque totalmente desencaminado, intento de controlar a sus poblaciones, las cuales se incrementan en verano debido a la migración de aves del norte de Europa para la nidificación, se ha transformado rápidamente en una cruel “POLÍTICA DE TOLERANCIA CERO” con las gaviotas.

Vaya por delante que la citada expresión es un invento de los políticos. En Ingeniería, que es de donde realmente procede el concepto de Tolerancia, éste representa el error admisible o aceptable, sin el cual no se podría ni vivir, entre otras cosas porque, matemáticamente hablando, decir “TOLERANCIA CERO” es exactamente lo mismo que decir “INTOLERANCIA INFINITA”.

Obviamente entre bípedos deberíamos ayudarnos, y dejar en consecuencia de tocarles las plumas, con esta cacería histérica, a unos volátiles tan interesantes, inteligentes, divertidos y magníficamente diseñados por la madre naturaleza, que si no existieran habría que inventarlos. Como ponía Richard Bach en su novela “JONATHAN LIVINGSTON SEAGULL”: la Libertad es la misma esencia de su ser”.

“Un país, una civilización, se pueden juzgar por la forma en que tratan a sus animales” proclamaba Gandhi. Efectivamente, y aunque Hitler sostuviese eso de que “brutalidad significa respeto”, lo normal es pensar que destruir sin más algo que no se entiende, o comprende bien, constituye un palmario acto de barbarie. Según esto el grado de civilización en Vigo debe de ser deplorablemente bajo.

Para finalizar señalar que existe una antigua maldición china que desea a sus enemigos que consigan lo que persiguen. Ello significará que seguramente el triste día en que desaparezcan del todo las entrañables gavotas será el mismo en el que empezaremos a echarlas a todas de menos.


JOSÉ  BAR  BLANCO,  2012


















 






lunes, 29 de octubre de 2012

GUGUÍN UN POLLO CON SUERTE

TAMBIÉN PUBLICADO EN ACOPO [Asociación Coordinadora Protectoras Pontevedra] www.acopo.es


Este verano de 2012 me tocó vivir de cerca las consecuencias de la actual política de exterminio compulsivo de gaviotas patiamarillas en Vigo. Resulta que en las cubiertas de mi edificio solían anidar todos los años varias parejas. Observarlas desde mi ático constituía una de las emociones del verano.

Entonces a principios de agosto, montaban una especie de gran fiesta nocturna por toda la calle, con mucho kakakaká y pi-pi-pi-pí, y al día siguiente se iban todas volando, dejando, tras todo el bullicio, un patio extrañamente silencioso. Siempre me he preguntado adonde irían.

El año pasado, en una excursión a Cíes a mediados de agosto, me las encontré a todas, posadas por millares en el centro de la ría, abarcando una gran extensión de mar. El catamarán se les echaba encima, y entonces ellas, en el último instante, despegaban en gran número, saliendo casi de debajo de las tajamares, confundiéndose con la espuma del mar, componiendo con ello una bella e impagable estampa marinera.

Este verano sin embargo todo fue un poco triste, tan solo había tres parejas de gaviotas anidando en las cubiertas escalonadas que envuelven el gran patio-jardín escalonado de mi edificio, y de toda su descendencia solo sobrevivió un único polluelo. Apareció una noche a principios de julio, golpeando con su pico el cristal de la puerta-ventana de mi ático, el cual da a una pequeña cubierta-jardinera.

Inicialmente el poc-poc-poc me hizo pensar en una extraña gotera, pero al levantarme me encontré con un pollo de plumón gris marengo que me miraba con cara de idiota.

Al principio pensé que el pajarete en cuestión se habría caído solito en la jardinera, procedente de la cubierta plana de mi estudio, situada a unos tres metros por encima, donde sus padres habían decidido anidar, y donde dos días antes ya había avizorado a tres furtivas cabecitas grises pasando rápidamente, deslizándose como lo hacen los polluelos, con la cabeza baja y en fila.

Posteriormente me fui enterando, con gran disgusto, de que la presidenta de comunidad había autorizado, por su cuenta y riesgo, a la vecina del ático del edificio colindante, a la que no conocía de nada, el acceso directo desde su edificio a nuestras cubiertas, para retirar los huevos [léase masacrar a los pollitos], porque al parecer su presencia la molestaba.

Tras constatar que era el único polluelo que quedaba [según mis cálculos con tres parejas debería haber habido entre seis y doce polluelos], indignado decidí conceder al bípedo en cuestión el status de asilado político, así como ayudarle en todo cuanto pudiera. Así pues el pollo Guguín, como decidí llamarle, se pasó casi todo el mes de julio, a salvo y bien atendido, paseándose a sus anchas por una jardinera de unos veinte metros cuadrados de extensión.

Al principio, cuando Guguín me veía salir a la jardinera, trataba aparcando tras algún obstáculo de ocultarse discretamente, aunque dejando casi siempre, sin darse cuenta, su cola a la vista, pero enseguida fue cogiendo confianza y se acostumbró a mi presencia. Además sus progenitores, si bien no podían subirlo —lo que tampoco hubiera sido conveniente dadas las explicadas circunstancias— le hacían constantes visitas, trayéndole comida que le daban de pico a pico.

FOTO 1 – EL CAMUFLAJE PERFECTO. EN ACTITUD POLLUELOSA EL GUGUÍN SE MIMETIZA CON SU ENTORNO

Por otra parte como pude constatar su plumón pollueloso resultaba un camuflaje magnifico, particularmente de noche, cuando su madre bajaba a visitarlo y estaban los dos juntos, entonces solo se la veía a ella.

Resultó que el pollo era muy activo y hacía ejercicios gimnásticos. Unas veces daba pequeños saltitos al tiempo que movía sus alitas. Otras veces Guguín hacía ejercicios de estiramiento, por ejemplo pasando las alas por encima de los hombros, o bien estirando solamente un ala o una pata alternativamente.

Era gracioso verle beber en un cacharro que les puse, Guguín metía su pico en el agua apuntándolo hacia abajo, después, para hacerla bajar, echaba la cabeza hacia atrás poniéndose pico al cielo. Cuando lo hacía en compañía de uno de sus progenitores parecía un rito muy solemne, en el que, muy serios ambos, subían y bajaban la cabeza al unísono. A Guguín además le gustaba mucho sumergir la cabeza en el agua para, una vez dentro, sacudirla vigorosamente, haciendo un ruidillo característico.

El Guguín también tenía su carácter. En una ocasión desde mi mesa de trabajo lo vi echar a dos palomas de la jardinera, haciendo un amago de carga sobre ellas. Maniobrando con la cabeza baja y el fuerte pico en ristre, cual adarga en astillero, logró ponerlas rápidamente en fuga.

Con el paso de los días Guguín, por demás un pollo muy alegre, se fue poniendo grande y fortachón, mientras trataba, con saltos cada vez más enormes, de encaramarse a un tendedero portátil, cubierto por un plástico, que tengo en la jardinera, para, desde éste, lograr alcanzar la cornisa, y reunirse así con los otros especímenes de su bandada.

FOTO 2 – MIRANDO CON DESENVOLTURA A LA CÁMARA EL POLLO GUGUÍN POSA PARA LA POSTERIDAD

Cuando finalmente lo consiguió, por las noches, con la ventana abierta, lo oía piar tristemente, seguramente echando de menos a sus hermanitos desaparecidos. Sin embargo durante el día, en dos saltos, bajaba a pasar las tardes en mi jardinera, donde se entregaba a actividades propias de su condición polluelosa, tales como zampar, cazar insectos, ahuecarse el plumaje, que se arreglaba con el pico, dar saltitos o dormir repantingado en la hierba.

FOTO 3 – GUGUÍN, ANTE TODO UN SOÑADOR

Cada vez que llegaba a casa, antes incluso de pisar el rellano, Guguín me oía y empezaba a piar alegremente. Momentos después los demás se sumaban con sus graznidos y entonces yo, gratamente aclamado por toda la bandada, hacía una estimulante entrada triunfal en el estudio.

La primera vez que le vi volar de verdad fue un día en que había retirado el plástico para tender una ropa, momento que eligió Guguín para intentar subirse al tendedero. Le hice bajar, tenía que esperarse un poco. Repentinamente volaba hacia mí. Me aparté instintivamente. Un instante después estaba sobre el vacío.

Con preocupación lo ví alejarse. Con su cola desplegada, batiendo con coraje las alas y sin dejar en ningún momento de piar [piii-piii-piii], Guguín se desplazaba precariamente por el aire. Visto desde atrás, gris y gordito como estaba, se le veía poco aerodinámico.

Cuando lo perdí de vista viraba suavemente a estribor, perdiendo algo de altura en el proceso. Temí que no lograse controlar la situación y acabase haciendo un aterrizaje forzoso en la calle. Sin embargo, finalmente consiguió, tras lograr completar un giro ascendente, retornar a la cubierta. Tuve que subirme a la azotea para comprobarlo. Y allí estaba él, más pollito que nunca, de pie encima del forjado del estudio.

FOTO 4 – CON EL PICO METIDO EN EL PLUMAJE GUGUÍN DUERME A PATITA SUELTA EN LA JARDINERA

Con el paso de los días empezó a salir, temprano por las mañanas, a volar con los demás. Sobre las cinco de la tarde regresaban todos alborotando con sus graznidos. Subido a la viga metálica sobreelevada que recorre la cubierta del ático y rodeado por su bandada, a Guguín [que hacia pi-pi-pi] se le veía satisfecho de volar con los adultos.

Debido a su aspecto pollueloso [cabeza baja, pico apuntando hacia adelante y plumaje gris moteado con ribetes marrones], y a que sus alas mal plegadas le daban un peculiar perfil geométrico, Guguín, recién aterrizado, presentaba una silueta muy distinta a la de sus congéneres, la cual recordaba vagamente a un carro Leopard con patas.

FOTO 5 – GUGUÍN, MUY CHULITO ÉL, POSANDO EN LA JARDINERA

Todas las mañanas, sobre las ocho y cuarto, y antes de salir a hacer sus ejercicios aeronáuticos, Guguín se personaba piando festivamente delante de mi puerta, acompañado de uno de sus progenitores, una gaviota grande y de aspecto serio, a la que por supuesto Guguín toreaba todo lo que le daba la gana. Tras hacerse con algo de picoteo ambos se iban literalmente volando.

FOTO 6 – EL GUGUÍN LLEVÁNDOSE ALGO AL PICO

Y todo iba muy bien hasta que, precisamente el 13 de agosto pasado, Guguín sufrió un percance, probablemente debido a un error de cálculo en el salto que hacían las gaviotas, desde el borde de mi jardinera hasta una viga perpendicular a ésta y a su misma altura, que corona el patio lateralmente.

FOTO 7 – GUGUÍN TOREANDO A UNO DE SUS PROGENITORES

Ello hizo que Guguín acabara levemente metido dentro del patio, y después el pobre no sabía como salir, lo que hizo que con cada nuevo intento fuera descendiendo gradualmente, de punto de apoyo en punto de apoyo, hasta acabar en la base arbolada del patio, tres plantas más abajo.

Para las gaviotas los patios interiores son como agujeros negros. Ello es debido a que las aves, por su mayor tamaño, adolecen de una inferior relación peso-potencia que los pájaros, por lo que para volar dependen mucho de su capacidad de planeo, la cual a su vez depende de la succión que, sobre el extradós del ala, proporciona el Principio de Bernouilli.

El problema es que para hacerlo funcionar se necesita tener flujo de aire en las alas. Como resulta que en un patio no suele haber corrientes de aire ni, dada su angostura, manera de generarlas con velocidad, las gaviotas que caen en esa trampa suelen acabar, al perder sustentación, en el fondo del patio, muchas veces heridas.

Como consumados aviadores que son, los ejemplares adultos lo saben bien y ni se les ocurre adentrarse en un patio. Guguín en su bisoñez lo aprendió por las malas. Desde el fondo del patio, tres plantas más abajo, me miraba poniendo caritas ¿Cómo he podido caer tan bajo? Parecía decir.

Afortunadamente el patio interior de mi casa es un tanto babilónico y muy particular, con unas dimensiones bastante por encima de lo habitual. El patio tiene dos terrazas voladas a distinta altura y además se va abriendo mientras asciende, escalonándose por su lado sur, definiendo con ello dos cubiertas jardineras, todo lo cual al menos evitó que el pollo se lesionara. Otra cosa es que pudiera lograr salir solito de allí.

Tras avizorarlo, sobre las nueve de la mañana, de pie y un tanto desconcertado, subido a otra viga pegada al muro divisorio del patio, a unos tres metros por debajo de donde estaba la buena, sobre la que debería haberse posado, fui el primero en advertir los apuros de Guguín. Sin embargo, al cabo de un rato, también saltaba la alarma y cundía la preocupación entre su grupo.

Subida al tendedero, como un almirante en el puente de su navío, una gaviota grande lo sacudía al recorrerlo nerviosamente de un extremo al otro. Mientras tanto, desde el fondo del patio, Guguín emitía ocasionales pitidos para señalizar su ubicación.

En teoría parecía posible que, mediante un ascenso progresivo, saltando de punto de apoyo en punto de apoyo hasta llegar arriba, el Guguín pudiese salir solo de la trampa en que se había metido, pero no parecía que lo estuviera enfocando bien. En un momento dado por ejemplo parecía que estuviese tratando de atravesar un cristal espejeado que hay en la base del patio.

En otros intentaba sin éxito un salto casi vertical, acompañado de estruendosos aleteos, abriéndose paso entre arbolitos, tratando de alcanzar una viga que atraviesa el patio por su zona baja emplazada a unos inalcanzables tres metros sobre su cabecita. Cuando no lo lograba y volvía a caer al fondo sus chillidos de rabia y frustración llenaban el patio.

FOTO 8 – TONTERÍAS LAS MÍNIMAS, PARECE PENSAR LA MAMÁ DE GUGUÍN [NATURALMENTE TODO ERA PURA FACHADA].

En ese momento, portando un pescadete en el pico, hizo su aparición el otro progenitor. Tras hacerse cargo de la situación y zamparse calmosamente el pescadete que traía, se subió decididamente a la viga que corona el patio por el lateral y empezó a comunicarse con Guguín. Se diría que le estaba dando instrucciones.

 
FOTO 9 – EL GUGUÍN, CÓMODAMENTE INSTALADO, Y BIEN PROTEGIDO ADEMÁS DE LOS RIGORES DE LA CANÍCULA, PASA LA TARDE EN LA JARDINERA

Como entre todos me estaban poniendo nervioso, decidí salir a dar una vuelta. Por otra parte en aquel momento ya no podía hacer nada más por él. Para entonces, y tras localizarlo en el fondo del patio, ya había puesto en marcha la “Operación Salvar al Pollo Guguín”. No quedaba sino esperar, concretamente una llamada.

Evidentemente no había acogido al polluelo simplemente para acabar viéndolo morir de hambre y sed, solo en el fondo de un patio vacío, y temía justificadamente que en el ínterin el pollo, al intentar salir por su cuenta de la trampa, acabase lesionándose, antes de que se pudiese intervenir.

Así pues, tras haber telefoneado al propietario de la vivienda del fondo del patio, que estaba vacía, al igual que la que tenía encima, al estar sus ocupantes de vacaciones en Sanxenxo, éste, muy amablemente, me había ofrecido los servicios de un sobrino suyo, el cual tenía las llaves y se encontraba en Vigo. Quedamos en que me llamaría.

Finalmente, y tras recibir la llamada del sobrino en cuestión, sobre las dos de la tarde, nos encontramos en el portal del edificio, y tras subir en el ascensor entramos en la amplia vivienda organizada en tres niveles alrededor del patio.

Presto al rescate, y oportunamente equipado con una toalla [consejo de una amiga con experiencia en temas rurales] con la que atrapar al Guguín, irrumpí en la base ajardinada del patio, resultando que asombrosamente allí ya no quedaba nadie. Me llevó un rato comprobarlo registrando bajo los arboletes. De hecho en todo el patio no quedaba ni una sola gaviota, lo que hacía que reinase un extraño silencio.

Increíblemente Guguín, el experto en saltos, había logrado finalmente salir solito del lío en que se había metido, salvándose a si mismo, y aparentemente se debían de haber ido todas a celebrarlo, dejándome de paso a mí en una situación un tanto embarazosa delante del sobrino del vecino, el cual, muy cortésmente, se abstuvo de hacer cualquier clase de comentario sarcástico.

Desde entonces no ha vuelto la bandada, ni tampoco el Guguín, lo que por otra parte es normal por estas fechas, una vez concluida la época de nidificación. Ahora, en estos días del final del verano, al salir a la jardinera extraño el anterior aspecto de las cornisas, otrora pobladas por picos o colas de gaviota, asomando aquí y allí cual peculiares gárgolas.

Actualmente ya solo recibo la visita casi diaria de una patiamarilla, la única que queda, la cual en ocasiones aparece acompañada de otro plumífero más joven que parece seguirla y que podría ser hijo suyo. Esta gaviota es la más bonita de todas. Tiene unos ojos dorados, muy grandes y expresivos, y un plumaje ultrablanco.

Cuando salgo al jardín la gaviota me mira desde lo alto de la viga metálica con curiosidad, incluso con asombro. Se ve que la preocupo. También le he puesto un nombre. Faltaría más. Se llama Scramble.

Al revés que sus congéneres Scramble es una gaviota muy silenciosa. Los otros, sin que se sepa muy bien el porqué, de cuando en cuando bajan la cabeza, apoyando el pico sobre el pecho, como concentrándose, para un momento después echarla violentamente hacia atrás, lanzando un largo y sonoro kakakaká, el cual normalmente es contestado por otras gaviotas. En ocasiones esto da lugar a autenticas serenatas, una cacofonía de graznidos en suma que dura varios minutos. Después permanecen en silencio durante horas.

A esta última bípeda también tuve que salvarla el otro día. En el atardecer del 11 de septiembre estaba tranquilamente sentado a mi mesa, cuando, con la puerta-ventana abierta, la oí despegar de la jardinera rumbo a la mencionada viga que delimita el patio. En vez del discreto y familiar flap, flap, flap de otras veces, en esta ocasión hubo un flap, flap cortado, seguido de una rápida serie de sonidos confusos.

Efectivamente, como me temía y pude comprobar poco después, Scramble no había logrado hacer pata en la viga y se encontraba a media altura dentro del patio, de pie sobre el peto de la barandilla de una terraza volada, situada unos cinco metros más abajo de donde debería estar. Aunque no se la veía nada alterada [las gaviotas se creen muy chulitas] poco después, y siguiendo el itinerario de Guguín, la bípeda se ubicaba sobre la viga volada, y ya por la noche, buscándola con una linterna, la localicé en el fondo del patio.

FOTO 10 – SCRAMBLE UNA GAVIOTA MUY PECULIAR

Cual piloto derribado en territorio hostil, cada vez que la alumbraba con la linterna cambiaba de sitio, situándose bajo la superficie arbolada, fuera del haz de luz. Dado que afortunadamente todavía conservaba el número de móvil de Jorge, como así se llamaba el sobrino de mi vecino, sin más dilación procedí a ponerme en contacto con él, solicitando nuevamente su ayuda para salvar a una gaviota, y una vez más él ofreció su colaboración.

A la mañana siguiente, y antes de poner en marcha, con la soltura ya adquirida, la “Operación Salvar a la Gaviota Scramble, tuve la precaución, al objeto de prevenir otro desenlace embarazoso, de comprobar que efectivamente el plumífero seguía allí.


         FOTO 11 – GUGUÍN, ATRAPADO Y SIN SALIDA EN EL FONDO DEL PATIO


De hecho, al contrario que Guguín, Scramble, visto desde arriba, ni tan siquiera daba la sensación de estar haciendo nada para salir de allí. Lo cual parece lógico considerando que la relación peso-potencia de una gaviota adulta, al ser más grande, resultará siempre inferior a la de un pollo, y con ella sus posibilidades de poder salir por sus propios medios.

Así pues, a media mañana, más o menos sobre las doce, Jorge y yo nos personamos nuevamente en la vivienda en cuestión, accediendo a la base ajardinada del patio. Y allí estaba Scramble tan tranquilo, como si la cosa no fuera con él, como si no tuviera ningún problema.


FOTO 12 EL PLUMÍFERO EN APUROS MÁS EN DETALLE

Una vez sobre el terreno, y dado que el rescate conllevaba la previa captura del espécimen, la primera dificultad fue vencer la resistencia a tal acción de la gaviota Scramble, la cual no estaba para nada dispuesta a consentir semejante humillación, razón por la cual opuso férrea resistencia a la captura, eludiendo con mucha habilidad todo intento de atraparla.

Mientras tanto el servicial Jorge permanecía parado en el umbral de la puerta corredera del salón de su tío, bloqueando con su presencia el acceso del plumífero al interior de la vivienda. No obstante, como no lograba capturar al volátil, le pedí que me ayudase cerrándole el paso.


Instantes después el bípedo, tras driblarnos a los dos, atravesaba el salón del vecino a toda pastilla, rumbo a la libertad que atisbaba tras la luz diurna que entraba por la cristalera de la fachada. Mientras tanto Jorge exclamaba “mi tío me va a matar”.

Ajeno a tales preocupaciones Scramble, velozmente propulsado por sus patas palmeadas, corría desalado hacia el ventanal.

Fue allí, mientras se apretaba desesperadamente contra el cristal del ventanal, intentando atravesarlo con todas sus fuerzas, y poder así huir, donde logré finalmente pillarlo. Al verse capturado y envuelto por la toalla, el plumífero, mientras me miraba acusadoramente con sus ojos dorados, emitió, con el pico muy abierto, un gemido desesperado. “Asesinillo”, parecía llamarme el muy desagradecido.

A lo que se ve Scramble, análogamente al caso de Guguín, daba por hecho que las superficies acristaladas constituyen algún tipo de membrana inteligente semipermeable, la cual permitiría la infiltración de gaviotas a su través, lo que resultó no ser el caso.

Tras la laboriosa captura lo acerqué a una ventana abierta, a la altura del tercer piso sobre la calle. Un instante después, y haciendo honor al nombre que le había puesto, Scramble salía disparado, volando a lo largo de la calle durante unas decenas de metros, antes de, sobre la marcha, dar media vuelta y pasar de nuevo a nuestro lado como una exhalación.

Lo vimos alejarse, cual misil de crucero, sobrevolando la calle a media altura, antes de desaparecer en lontananza. No obstante la tarde siguiente Scramble volvía a estar de nuevo, como si tal cosa, sobre la viga metálica encima de mi estudio, lo cual me alegró.

Que Scramble saliera volando ese día con tanta agilidad sorprendió mucho al Jorge, el cual al verla en el suelo había supuesto que la gaviota simplemente no estaba en condiciones de volar. La sucinta explicación que intenté darle sobre los principios de vuelo en relación con el Efecto Bernouilli sospecho que no la entendió en absoluto, lo que tampoco creo que mejorara nada la opinión que, a estas alturas, ya debe de tener sobre lo raro que soy.


FOTO 13 – SCRAMBLE DE VISITA EN LA JARDINERA

Tan solo dos días después, mientras todavía me estaba riendo por lo bajo de las ideas gaviotiles en relación con las propiedades semipermeables del vidrio, yo mismo me estrellé abruptamente contra una dura e impenetrable puerta corredera manual, 100% de cristal, 100% invisible, que acababan de instalar en una oficina del Colegio de Arquitectos.

La violencia del choque, además de hacer que se me saltaran las gafas de sol que llevaba, y que se me rompiese la correa del reloj, me dejó una brecha en una ceja, un fuerte dolor de espalda y el ojo a la funerala durante cinco días ¡Esto me pasa por reírme de las gaviotas! pensé. Afortunadamente la nariz, que es la segunda cosa más bonita que tengo, se salvó del impacto.

Ahora, cada vez que Scramble, o el otro bípedo que la sigue, toman tierra en mi jardinera para repostar, suelen dejar en el suelo y delante de la puerta-ventana, a modo de tarjeta de visita, una elegante plumita blanca. A veces se juntan hasta tres o cuatro, pero no creo que me estén acusando de nada.

Rescatar al pollo Guguín y a la gaviota Scramble fueron mis dos buenas acciones de este verano. Al Guguín en particular le cogí mucho cariño por lo que espero y deseo que le vaya muy bien, y que Taranis el Dios del Viento sea generoso con él.

Lo imagino, entusiasta y feliz como es él, planeando pico al viento por las Cíes, jugando con las corrientes de aire, emulando las proezas de su más famoso congénere, el intrépido Jonathan Livingston Seagull. En la citada novela de Richard Bach uno de sus personajes afirmaba: “El paraíso debería estar lleno de gaviotas”. No puedo estar más de acuerdo.

Por cierto que Guguín al tal Jonathan no tiene nada que envidiarle. Si fue capaz de salir solito de ese patio, el Guguín como gaviota podrá conseguir cualquier otra cosa que se proponga en la vida. En fin ya me contará sus hazañas cuando vuelva de visita.


JOSÉ BAR BLANCO, 2012