ESTE TEXTO ME LO PUBLICARON COMO ARTÍCULO DE OPINIÓN EN 'FARO DE VIGO' EL 26 DE ABRIL DE 2012. AL TRATARSE DE UN SARCÁSTICO REPASO A LAS DEUDAS DE ALEMANIA, Y A SU CUESTIONABLE GESTIÓN, DESDE LOS AÑOS TREINTA DEL SIGLO PASADO HASTA LA NO MENOS INQUIETANTE ACTUALIDAD, MANTIENE SU INTERÉS, POR LO QUE, TRAS AÑADIRLE ALGUNOS DATOS ECONÓMICOS EXTRA, LO INCLUYO EN EL BLOG.
Constituye un autentico sarcasmo que tengan que ser
precisamente los alemanes quienes se erijan ahora en paladines del rigor fiscal,
considerando que fueron justamente ellos, con su canciller Gerhard Schröder a la
cabeza, con el apoyo de la Francia de Jacques
Chirac, quienes en 2003 dinamitaron el Pacto de Estabilidad y Crecimiento
[PEC] que fijaba un limite máximo del 60% en deuda pública y otro del
3% para el déficit fiscal en la zona euro.
Ambos países se saltaron alegremente los citados límites, nada
menos que 14 veces cada uno, en los últimos diez años. Actualmente, sin ir más
lejos, el endeudamiento público de Alemania sobrepasa el 82% de su PIB, es
decir está a unos 16 puntos por encima del nuestro.
Por otra parte conviene recordar que
el famoso milagro económico alemán de posguerra se logró gracias a que en la Conferencia de Londres en 1953 se llegó a un acuerdo por el cual 25 países acreedores [las grandes potencias vencedoras, pero también, entre ellos, Grecia y la paupérrima España de Franco] le condonaron, a una vencida Alemania, nada menos que el 62% de su deuda, y que además los norteamericanos,
en su pugna con los soviéticos durante la Guerra Fría , les
apoyaron [¡así cualquiera!] con su Plan Marshall, al punto de que la
población británica, que supuestamente había ganado la guerra, lo pasó bastante
peor que ellos en los años cincuenta.
Resulta que cuando en julio de 1940 un belicoso Winston
Churchill decía eso de “Defenderemos nuestra isla cueste lo que
cueste” lo decía completamente en serio. Al acabar la guerra en 1945
Gran Bretaña le debía a Norteamérica la friolera de 27 mil millones de libras,
que después tuvieron que devolver.
En agosto de 1940 su Gabinete de Guerra había tomado la
decisión de crear un ejército de 55 divisiones y aumentado la producción aeronáutica
a casi 3.000 unidades al mes. A mayores las subsiguientes compras de material y
equipos a Estados Unidos les costaron otros 3.200 millones de libras, y eso
solo los primeros 12 meses.
Considerando que en la época las reservas británicas
ascendían a no más de 490 millones de libras se explica que, en marzo de 1941,
Gran Bretaña fuese a la bancarrota. Si pudo seguir adelante con la guerra fue
gracias a un préstamo en oro del gobierno belga en el exilio y a la aprobación
de la Lend-Lease
Act [Ley de Préstamos
y Arriendos] por el Congreso norteamericano.
Retrocediendo un poco más en la Historia , el otro “milagro
económico” que protagonizaron los alemanes, el de los nazis en los años
treinta, consistió fundamentalmente en poner a su población activa a fabricar
armamento y construir autopistas, al objeto de facilitar los movimientos de un
inmenso ejército, la Werhmacht ,
que también se estaban cocinando, equipado asimismo con personal y material de
guerra de diseño y producción autóctonos.
Previamente Heinrich Brüning, Canciller de
Alemania entre 1930 y 1932, y al que consecuentemente le había tocado gestionar
las consecuencias de la Gran
Depresión , había llevado a cabo, para poder devolver
la abultada deuda de su país, una decidida política económica de austeridad a
ultranza, basada en el aumento de impuestos y la reducción de presupuestos.
BRÜNING EL EXPERTO EN AUSTERIDAD
El rotundo fracaso de dicha política económica de recortes, aplicada
a golpe de Decreto, y conocida por los economistas como el Error
Brüning, acabó con la
República de
Weimar, lo que determinó el ascenso al poder de los nazis, culminado el
30 de enero de 1933 con el nombramiento de Herr Hitler como nuevo canciller. Años
después el propio Brüning, en sus memorias, escritas durante su exilio
americano como profesor en Harvard, reconocería lo [h]errado de su antedicho proceder.
BRÜNING EL AS DE LA ECONOMÍA
Precisamente, a lo largo del año 1934, la mayor preocupación
del Departamento
de Estado Norteamericano era la enorme deuda alemana con sus propios acreedores,
asunto con el que Hull, Secretario de Estado, presionaba sin piedad a Dodd,
su embajador en Berlín. De hecho lo primero que hizo el flamante Canciller, nada más tomar posesión de su cargo, fue ordenar a su Servicio de Deuda el impago de las deudas germanas. Nada nuevo para ellos, considerando que Alemania ha incurrido 4 veces en Default en los últimos tres siglos [Grecia siete en el mismo periodo].
Dado que Dodd sabía que los alemanes sencillamente no tenían el
dinero para pagar a sus bonistas, el hombre estaba mucho más preocupado por la
alarmante y violenta situación política de Alemania —particularmente durante la
famosa Noche de los Cuchillos Largos—, así que, cansado del monotema, le
escribió una carta a Hull en la que pragmáticamente le decía: “Nuestra
gente tendrá que perder esos bonos”.

HITLER, EL BENEFICIARIO DE LAS POLÍTICAS DE BRÜNING
Así pues los alemanes, en el momento del advenimiento de Hitler al poder, no tenían un duro, eran por tanto básicamente insolventes, y aún así se metieron en todo aquel acelerado programa de rearme, el cual fue financiado, como no podría haber sido de ninguna otra manera, con generosos préstamos de los países circundantes.
Evidentemente el gigantesco programa armamentista les iba a reportar pocas divisas, puesto que los productos que se estaban fabricando, si bien diseñados para ser enviados al extranjero —como los ulteriores acontecimientos dejarían dramáticamente claro—, no estaban sin embargo destinados a la exportación.
Precisamente cuando un impaciente Adolf Hitler [Hombre del
Año de la revista Time en 1938] les decía a sus generales que, además de los
puramente militares, había otros condicionantes a considerar, se refería sobre
todo a eso, al pequeño y enojoso trámite de atender a los vencimientos de pago
de su propio servicio de deuda.
Dado que los nazis no tenían la menor intención de devolver
los citados prestamos, ni en realidad tampoco hubieran podido [A Hitler no le
costaba nada prometer cosas que no pensaba cumplir], la original solución que, a
partir del año 1938, dieron a su problema de deuda fue ir invadiendo a sus
acreedores —una típica huida hacia adelante—, haciendo con ello saltar la banca
en Europa. Además a los franceses, por haber cometido la felonía de intentar
defenderse, les sacaron un pastón en concepto de reparaciones de guerra.
Consiguientemente, y aplicando el viejo y conocido principio de que el ciclista no se caerá mientras la bicicleta se mueva, se fueron zampando a un país tras otro. Y todo les iba sobre ruedas, o más bien sobre orugas, hasta que, en el verano de 1941, cegados por
BERLÍN BOMBARDEADA EN 1945
Es una pena en este sentido, que, al presidente Aznar no se le hubiese ocurrido hacer algo así, en vez de crear la gran burbuja inmobiliaria que nos llevó a pulirnos un dineral en construir a crédito centenares de miles de viviendas, las cuales no podíamos pagar, en lugares donde no hacían falta. Ahora, tras saquear Francia, podríamos estar entrando en Berlín.
Desafortunadamente en materia de vivienda, los israelíes parecen
ser los únicos capaces de maniobrar sus urbanizaciones, siempre por el
territorio de los demás, como si fueran brigadas acorazadas.
JOSÉ BAR BLANCO, 2012
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